“El Jefe de los
Orientales ha manifestado en todos los tiempos que ama demasiado a su patria
para sacrificar el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la
necesidad.”
José Artigas
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“Comencemos por el concepto de PATRIMONIO. Primitivamente
el patrimonio estaba constituido por los bienes dejados por los padres o, como
expresa el Diccionario de la Lengua Española, por la “hacienda que una persona
ha heredado de sus ascendientes.” Luego pasó a designar el conjunto de bienes
propios de una persona o un grupo de personas adquiridos por cualquier título. Pero
un patrimonio no se limita a los bienes constituidos por las cosas de carácter
material. Incluye también a los VALORES,
esas calificaciones culturales que otorgan sentido a los legados de carácter
artístico, científico y moral. En definitiva, se trata del eje axiológico que
une el anima del ser sinsitivo con
el animus ideativo y volitivo del
deber ser. Sin embargo, en la definición del citado Diccionario de la Academia
se le concede al patrimonio nacional un estricto sesgo economicista al
definirlo como la “suma de los valores asignados para un momento de tiempo a
los recursos disponibles de un país, que se utilizan para la vida económica.”
Este concepto limitativo no nos sirve. El rico
patrimonio de los orientales, como lo advirtió Artigas, suma los VALORES a los
bienes, y, por añadidura, concede
significado meta-físico a los paisajes de la Banda Oriental –esas esculturas de
tierra humanizada que se engarzan en las cuchillas- al señalar la presencia y
la esencia de sus constructores, los paisanos.
Y por sobre todo ello flota el indefinible
sentimiento del nosotros, del estoy aquí y aquí me quedo de la dignidad
nacional.”[1]